Evangelio del día – Lectio Divina Juan 1, 45-51

Lectio Divina por Martharis Rivas Reyes de República Dominicana

Invocación Al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo llena mi corazón de tu presencia.
Cantemos

#EvangelioDelDia Lectura del santo evangelio según san Juan 1,45-51
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.» Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»
Felipe le contestó: «Ven y verás.» Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?» Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo les aseguro: verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor.

Lectura, ¿Qué dice el texto?
Hoy día de San Bartolomé también llamado Natanael, el respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» Jesús le contestó: « ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo les aseguro: verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
¿Cuáles son las palabras o frases o actitudes que atraen tu atención, tu interés?

Meditación, ¿Qué nos dice Dios en el texto?
Este último -Natanael- representa simbólicamente al pueblo israelita, que había esperado el cumplimiento de la promesa de la antigua tradición, la ley y los profetas, por eso habla en plural: “lo hemos encontrado, es Jesús, hijo de José, el de Nazaret”, a lo que Felipe cuestiona: ¿de Nazaret puede salir algo bueno? Cuando los dos discípulos deciden encaminarse a ver a Jesús -a iniciativa de Felipe-, el encuentro de Natanael, con el Mesías, le provoca gran admiración, atribuyéndole una selección de títulos: Maestro (por la tradición), Hijo de Dios (por los profetas), Rey de Israel (por el pueblo). Mientras que el propio Jesús se da a sí mismo el reconocimiento de hijo del Hombre, que en este evangelio tiene un sentido especial inspirado en la visión de Jacob, quien había visto una escalera que unía el cielo y la tierra por la que bajaban y subían ángeles. “Veras cosas más grandes que esas”, promete Cristo, refiriéndose en ese contexto a su condición de vínculo entre el cielo y la tierra, por el que se manifiesta la gloria de Dios. Hoy como ayer, tener un encuentro con el Señor resucitado, ya sea llevado por el testimonio de otros -Felipe: “ven y lo verás”-, por vocación personal (Juan-Bautista: “¿Y Tú vienes a mí?”) o por cualquier circunstancia (Zaqueo: “Baja del árbol”), impulsa a comunicar la buena noticia, porque nadie queda indiferente en el encuentro con Jesús. Jesús inaugura un nuevo modo de ser hombre, con un cambio de perspectiva que hace ver la salvación de Israel integrada a toda la humanidad, pero no exclusiva ni prioritaria. Lo que Dios quiere ante todo es que exista una humanidad en plena unión con él, para que cada uno y todo el género humano puedan alcanzar la plenitud. Tenemos la misión de propagar el Reino de Dios entre los hombres, por eso Dios nos ha escogido, bendecido e inspirado con ejemplos como el de estos discípulos y apóstoles. “Para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia”, según expresión del Papa Francisco. “Pero, con el pecado, el hombre desfiguró aquella belleza natural; destruyó también la unidad y la belleza de nuestra familia humana, dando lugar a estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción”. En un mundo con estructuras injustas que alientan de muchas formas el pecado, hemos de discernir como servir mejor para transformar esa realidad que ofende a Dios e hiere al hombre en su dignidad, despojándolo de sus atributos más nobles y rebajándolos a condiciones lamentables. Ser discípulos o apóstoles en nuestros días, sigue siendo el empeño en la tarea de crear el cielo en la tierra.

Oración, ¿Qué le decimos a Dios?
Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable día con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén

Contemplación, ¿Cómo interiorizamos la Palabra de Dios?
(Repetimos) decimos a Jesús: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»

Acción, ¿A que me comprometo con Dios?
Orar por los misioneros y predicadores que anuncian la buena nueva, y yo anunciarlo desde mi realidad, mis espacios de trabajo, en la comunidad y en la familia.

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