Evangelio del día – Lectio Divina Juan 20, 24-29

Lectio Divina por Eduardo Ramírez de Guatemala

Fiesta Santo Tomás Apóstol

“Dichosos los que no han visto y han creído”

0. Pidamos la Efusión del Espíritu Santo

Padre bueno y misericordioso,
infunde en nosotros tu Santo Espíritu,
para que llenos de tu amor,
escuchemos tu Palabra;
la hagamos nuestra
y la pongamos en práctica.
Libera nuestra mente
de los ruidos del mundo;
libera nuestro corazón
de cualquier prejuicio.
Amén

1. Leamos el texto

Juan 20:24-29
24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
25 Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.»
26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.»
27 Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.»
28 Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.»
29 Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.»

1.1 Releamos el texto en su contexto:

El texto comienza el día de la gloriosa Resurrección. Jesús se reencuentra con su comunidad. Jesús re convoca a sus discípulos. No haya reproches, tanto en el texto de hoy como en la primera aparición de Jesús a sus discípulos, lo que Jesús les da es la paz: “La paz con vosotros”. En la primera aparición, Jesús les muestra manos y costado, señas de su pasión y muerte, pero que en ese momento les recuerda que Él ha vencido a la muerte. Los discípulos por su parte se alegran al verle, alegría que le transmiten a Tomás, quien, como lo hace notar el texto, no estaba presente. Ahora, Jesús le presenta a Tomás sus manos y costados y lo invita a que, cómo lo había pedido, metiera sus dedos y mano para estar seguro de que sí es el Señor. Nos se conformaba sólo con verlo, tenía que palparlo. Jesús le llama la atención, pero es una llamada de atención a todos los discípulos, quienes anteriormente, también habían dudado de las palabras de María Magdalena y las mujeres, quienes les habían anunciado que Jesús había resucitado. Y deje para la posteridad una bienaventuranza más: “Dichosos los que no han visto y han creído”.

1.2 Releamos el capítulo 20 completo y encontremos como Jesús se va revelando poco a poco a sus discípulos, hasta llegar al “mete tu dedo en los agujeros de la mano”.

2. Meditemos la Palabra en nuestro corazón

Tomás no está en la primera aparición de Jesús en la comunidad, ¿Cuántas veces nosotros nos perdemos del milagro de amor Cristo, cada vez que nos ausentamos de la comunidad? Y muchas veces, no necesariamente física.
Tomás necesita sentir a Cristo para corroborar su Resurrección, y nosotros ¿qué le exigimos al Señor para creer verdaderamente en Él?
Tomás salta de la incredulidad a la fe, reconoces que Cristo es el Señor. Nosotros ¿reconocemos a Cristo como Señor?
Tomás se apropia del Señor “Señor mío y Dios mío”. ¿Es mi Señor, es mi Dios? ¿Qué lugar ocupa Dios en mi vida? En mi lista de prioridades, ¿dónde está Dios? A la hora de agendar: ¿Cuánto tiempo dispongo para Dios, para servir a la Iglesia, para atender la formación, etc.?

3. Respondamos al Señor, orando

Déjame tocarte, Señor,
para que, como Tomás,
pueda renovar mi fe.
Déjame tocarte, Señor,
para que pueda al igual que Tomás
hacerte mi Señor y mi Dios.
Déjame tocarte, Señor,
para que sintiendo a mi hermano
crea en Ti, sin haberte visto,
sin haberte tocado.
Amén.

Desde el Texto, háblale al Señor, según te inspira el texto.

4. Contemplemos a Cristo en la Palabra.

Silenciemos nuestro corazón y dejemos que la Palabra nos transforme. Yo propongo que repitamos en el transcurso del día la siguiente frase:

“Dichosos los que no han visto y han creído”

Puedes buscar otra frase, que te inspire el texto que te ayude a profundizar en el texto que hoy hemos reflexionado.

5. Hagamos vida la Palabra.

Pongamos los pies en la tierra y pensemos ¿Cómo vamos a hacer vida el texto? ¿Qué cambios va a suscitar en mi vida este texto?
Te propongo al final del ejercicio de la Lectio Divina que busques a Cristo y lo toques. Busca al hermano que tiene necesidad, entra en sus llagas, que son las de Cristo y, como Tomás hazlo tuyo. El Señor te inspirará de qué manera.

Acerca de José Eduardo Ramírez Erazo

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