Evangelio del día – Lectio Divinas Marcos 1, 21-28

Lectio Divina por Javier Cano de México/USA

Buenos días Cristounatas
Hoy les traigo la lectio divina del día

0. Invocación al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu Creador y renueva la faz de la tierra. Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

1. Lectura: Mc 1, 21-28
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.» El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.
Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Palabra del Señor.

2. Meditación: ¿Qué me dice el texto?
La gente estaba impresionada por la enseñanza de Jesús, porque su palabra tenía autoridad. Jesús no era un predicador común porque su autoridad le venía de la unción especial del Espíritu Santo. Jesús es el Hijo de Dios ungido y enviado para traer la salvación, traer la libertad. Y algunos se escandalizaban de este estilo de Jesús, de su identidad y libertad.
Hay cosas que me llama la atención en este evangelio de hoy. En primer lugar que Jesús no va a la sinagoga sólo a rezar sino a interesarse por las personas que sufren, en concreto, por ese hombre que tenía un espíritu inmundo que lo martirizaba. No puede uno rezar a Dios-Padre de todos, sin interesarse por los hermanos. Llama también la atención el asombro que produce su doctrina. Jesús hablaba con autoridad y no como los escribas y fariseos. Éstos hablaban desde las interpretaciones de las leyes que Dios les había dado. Y, como diría Jesús, “eran cargas pesadas que las ponían sobre los hombros de la gente”. Jesús hablaba “con autoridad”. Y autoridad viene de “autor”. Jesús no enseñaba normas y leyes aprendidas en las escuelas de los fariseos. Tenía una capacidad de crear, de sugerir, de cautivar. La gente, cansada ya de los viejos maestros de Israel, descubría en Jesús constantes impactos de novedad. Con Jesús no cabe lo viejo, lo cansado, lo aburrido. Estando con Jesús es imposible envejecer.

3. Oración: ¿Qué le respondo a Dios?
Gracias, Señor, por enseñarme que lo fundamental en mi vida es la caridad. Un mandamiento de hace más de dos mil años y lo tenemos todavía sin estrenar. Haz, Señor, que yo estrene los ojos del amor, que caigan de mis ojos las escamas, como sucedió a Pablo, y comience a ver a las personas como Tú las ves. Amén.

4. Contemplación: ¿Cómo interiorizo la Palabra de Dios?
“«¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios».”

5. Acción: ¿A qué me comprometo?
Comprometámonos a analizar cuáles son los demonios que nos atormentan y no nos dejan seguir a Jesús, y que podemos hacer para vencerlos.

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