Lectio Divina Dominical de Corpus Christi

«La persona que coma de este pan vivirá para siempre»

Hno. Ricardo Grzona, frp

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PRIMERA LECTURA: Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a
SALMO RESPONSORIAL:  Salmo 147, 12-13.14-15.19-20.
SEGUNDA LECTURA: 1 Corintios 10, 16-17

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

-Amén-

TEXTO BÍBLICO: Juan 6, 51-58

51 Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguien come este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré para que el mundo tenga vida es mi carne”.

52 Luego los judíos  comenzaron a discutir entre ellos, diciendo: “¿Cómo puede este hombre dar su propia carne para que comamos?”

53 Entonces Jesús les dijo: “Ciertamente les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. 55 Porque mi carne es la verdadera comida, y mi sangre es la verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí, y yo vivo en él. 57 El Padre, que tiene vida, me envió, y por Él tengo vida; de la misma manera todo el que coma mi cuerpo, vivirá a causa de mí. 58 Este es el pan que bajó del cielo. No es como el pan que comieron sus antepasados ​​y aún murieron. La persona que coma de este pan vivirá para siempre”.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

El Evangelista y Apóstol Juan, pone en boca de Jesús el así llamado: discurso sobre el pan de vida.

El Pan, es alimento, y es necesario para la vida. Pero Jesús hace esto como una comparación con el pan que alimenta momentáneamente y el pan que alimenta para siempre, para la vida eterna.

Aquí Jesús habla del Pan y lo relaciona con su propia carne. Esta parte del texto, se vuelve más sacrificial, y en el contexto de la tradición de la Iglesia, se vuelve más Eucarístico. El sacrificio de Jesús, a través de la Pascua, nos ayuda a poder entender este texto. Es su entrega como el único sacrificio agradable al Padre, unido al memorial de la última cena, en que toma sentido este texto.

No es de culpar a los judíos que aparecen aquí, sin entender el mensaje de Jesús. Realmente sólo después de la experiencia Pascual, es cuando todo lo dicho por el Señor toma otra dimensión.

Ahora no se trata sólo de recibir en la vida la Palabra reveladora de Jesús, sino de hacer un lugar en la propia vida al misterio de su Persona, que quiere alimentarnos. Jesús es Pan de vida no solamente en todo lo que Él hace, sino especialmente en su Iglesia, en el sacramento de la Eucaristía, donde el ámbito comunitario de la unidad de los creyentes, también lo es con Cristo.

Estas palabras de Jesús: “El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne”.Es la cima de la revelación sobre Jesús-Pan – Alimento.  Jesús en su humanidad, se entrega sacrificialmente, por la salvación del mundo entero, en la muerte en cruz. Por eso Él siempre dice “dar su vida” “dar su carne” y lo hace para que todos tengan vida.

Jesús insiste: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida en mí y yo en él”. Jesús mismo es el alimento que nos une al Padre. Curiosamente al revés de los alimentos normales que tomamos, de los que extraemos las sustancias nutritivas y los transformamos en nuestra vida, la Eucaristía nos ofrece la vida del que comemos. Nos transformamos en Aquel que nos alimenta y nos unimos así al Padre del cielo. Este nuevo pan, es totalmente completo, no como el maná que comieron los israelitas en el desierto y murieron. El que come de este pan, vivirá para siempre.

Reconstruimos el texto:

  1. ¿A quién dirige su discurso Jesús?
  2. ¿Con qué se compara el mismo Jesús?
  3. ¿Por qué dice que Él es el Pan de Vida?
  4. ¿Cuál es la relación entre el Pan y la carne de Jesús?
  5. ¿Qué sucede con quien come el cuerpo y bebe la sangre del Señor?
  6. ¿Cuál es la relación con quien come el pan y la vida para siempre?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

  1. Jesús comienza su discurso diciendo: “Yo soy”, ¿reconozco en Jesús al Dios único y verdadero, el mismo que habló desde el principio?
  2. ¿Entiendo que Jesús vino con una encomienda especial de Dios Padre, que todos tuviéramos vida?
  3. ¿Entiendo que la Iglesia, siguiendo la tradición desde los primeros discípulos, continúa ofreciendo el sacrificio Eucarístico para mi salvación?
  4. ¿Doy la importancia necesaria al Sacrificio del Señor? ¿Comulgo con frecuencia? ¿Lo hago con toda la conciencia?
  5. Jesús habla de comer el Pan de Vida, y que esto trae consecuencias para la vida eterna. ¿Soy consciente que juego mi eternidad a través de este cumplimiento?
  6. ¿Espero gozoso la resurrección del último día por la participación de la Eucaristía?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor:

Gracias Señor por tu Palabra Salvadora.
Gracias por venir a darnos tu cuerpo y tu sangre como el Pan de Vida Eterna.
Queremos estar unidos a ti.

Te invito que junto con toda la Iglesia, recitemos este antiguo himno, que en el original en latín se dice Adorote Devote:

Te Adoro con Devoción

Te adoro con devoción,
Dios escondido,
oculto verdaderamente
bajo estas apariencias.
A ti se somete mi corazón
por completo,y se rinde
totalmente al contemplarte.

Al juzgar de ti se equivocan
la vista, el tacto, el gusto,
pero basta con el oído
para creer con firmeza;
creo todo lo que ha
dicho el Hijo de Dios;
nada es más verdadero
que esta palabra de verdad.

En la cruz se escondía
sólo la divinidad,
pero aquí también
se esconde la humanidad;
creo y confieso ambas cosas,
y pido lo que pidió
el ladrón arrepentido.

No veo las llagas
como las vio Tomás,
pero confieso
que eres mi Dios;
haz que yo crea
más y más en ti,
que en ti espere,
y que te ame.

¡Oh memorial de la
muerte del Señor!
Pan vivo que das
vida al hombre;
concede a mi alma
que de ti viva,
y que siempre
saboree tu dulzura.

Señor Jesús,
bondadoso pelícano,
límpiame, a mí,
inmundo, con tu sangre,
de la que una sola gota
puede liberar
de todos los crímenes
al mundo entero.

Jesús, a quien ahora
veo oculto,
te ruego que se cumpla
lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro
ya no oculto,
sea yo feliz viendo tu gloria.

Y que seamos nosotros los que continuemos con tu Historia de Salvación.

Hacemos un momento de silencio para responder al Señor y demos gracias porque nos llena de alegría.

Añadimos nuestras intenciones de oración.

-Amén-

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

«La persona que coma de este pan vivirá para siempre»
(Versículos 58)

Y de esta forma nos ponemos en contemplación, repitiendo y agradeciendo a Jesús que venga.

5.- ACCIÓN: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Si estoy solo, me propongo profundizar en la lectura del texto. ¿Qué cambiará en mi vida? Te propongo participar con mucha profundidad de una celebración eucarística. Y tal vez, pueda invitar a alguna persona que aun conociendo al Señor, esté pasando por un momento de necesidad necesite de un aliento para ir a orar contigo y alimentarse del Señor.

En el grupo. Reconocer cuáles son los impedimentos que tenemos y que ponemos para participar en la celebración eucarística dominical. Pues muchos son católicos, pero no van a la celebración comunitaria. Proponerse superarlas. Y como se trata de alimentos, ver la forma de conseguir alimentos para gente que esté necesitada y poder llevarlos, recordándoles siempre que el verdadero alimento es Jesús el Señor.

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