Lectio Divina Dominical XXVIII del Tiempo Ordinario Ciclo B

«Ven y sígueme»

Hno Ricardo Grzona, frp
Cristian Buiani, frp

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PRIMERA LECTURA: Sabiduría 7, 7-11
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 90(89),12-13.14-15.16-17
SEGUNDA LECTURA: Hebreos 4, 12-13

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICOMarcos 10, 17-30

17 Cuando Jesús se iba, un hombre vino corriendo y arrodillándose frente a Él, le preguntó: “Buen Maestro, ¿qué debo hacer para lograr la vida eterna?»

18 Pero Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Solo Dios es bueno, y nadie más. 19 Conoces los mandamientos: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio contra nadie, no tomes nada de los demás, respeta a tu padre y a tu madre”.

20 Él le contestó: “Maestro, desde que era niño, he obedecido todos estos mandamientos”

21 Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: “Una cosa más te falta: ve, vende todo lo que tienes y da el dinero a los pobres para que tengas riquezas en el cielo. Entonces ven y sígueme”.

22 A causa de esta palabra el hombre se afligió y se marchó estando triste porque tenía muchos bienes. 23 Entonces Jesús, mirando a su alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil es para los que tienen riquezas entrar en el reino de Dios!”

24 Cuando oyeron esto, los discípulos se asombraron, pero Jesús continuó respondiendo: “Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! 25 Es más fácil para un camello entrar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios”

26 Cuando oyeron esto, ellos se asombraron diciéndose unos a otros: “Entonces, ¿quién puede salvarse?”

27 Jesús, mirándolos, les dijo: “Para los humanos esto no es posible; pero para Dios lo es, porque todo es posible para Dios”.

28 Entonces Pedro comenzó a decirle: “¡Mira! Nosotros dejamos todo y te hemos seguido”.

29 Jesús respondió: “Ciertamente les digo que el que, a causa de mí y del Evangelio, haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras 30 recibirá cien veces más, incluso en esta vida: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras con persecuciones, y en el mundo que viene la vida eterna.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

Hoy el Señor nos habla a través de la lectura del Evangelio de San Marcos en su capitulo décimo. Esta primera parte del texto también está en los otros sinópticos, pero Lucas añade que era un joven (de donde se llama a este texto el joven rico). Todo comienza con un hombre que al ver a Jesús, sale corriendo a su encuentro. La fama de Jesús, se había extendido más allá de la región de Galilea, y era reconocido como un gran maestro, por lo que podemos suponer que este hombre había escuchado hablar de él, de sus palabras de sus obras, y prodigios. Por eso al saber de su presencia sale a su encuentro, y al encontrarlo se arrodilla, y se postra a sus pies. Esta imagen seguramente conmovió a Jesús.

“Maestro bueno, que debo hacer para heredar la Vida Eterna”. Lo llama Maestro bueno, y Jesús le pregunta porque lo llama bueno, siendo que solo Dios es bueno. Aquí no se trata de una corrección de Jesús, sino que a través de su pregunta intenta que este hombre lo reconozca como Dios, único bien. Maestros hay muchos, pero Dios hay uno solo. Al llamarlo Maestro (Rabí), le está considerando como maestro en Israel, y Jesús responde como un verdadero maestro. Sólo Uno es Bueno y ese es Dios. (Le está contestando con el texto más importante del Antiguo Testamento en el libro del Deuteronomio 6,4: “Escucha Israel el Señor es Uno”).

Volvamos a la pregunta que este hombre realiza a Jesús: “¿Qué debo hacer para heredar la Vida Eterna?”. Es decir, se presenta a Jesús con un deseo particular, quiere llegar a la vida eterna y conocer cuales son los méritos para lograrlo.

Jesús, vuelve a darle una pregunta cómo un verdadero maestro judío: le dice “tú conoces los mandamientos”, y se los nombra citando las escrituras del libro del Éxodo, y del Deuteronomio. La respuesta de este hombre que escucha atentamente las mandamientos, y reflexiona entorno a su practica para con ellos, es la siguiente “todo eso lo he cumplido desde la adolescencia”. A esto le sigue un profundo sentimiento de Jesús, dice la Palabra que “lo mira con cariño”, traducciones dicen “lo mira con amor”. Lo mira con amor porque conoce que este hombre dice la verdad, no se presume a sí mismo, ni intenta mostrar lo que no es, simplemente dice la verdad. De la misma manera Jesús ama a los que practican sus mandamientos y cumplen sus palabras. Ante la magnífica respuesta de este hombre, que cumple todos los preceptos, pudiéramos pensar listo ya lo ha conseguido todo para llegar al Reino de los cielos, pero no, aún falta algo más, Jesús le pide un gesto de amor y de renuncia: “Una cosa te falta: ve, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme”.

No basta practicar los mandamientos, sino que es necesario estar dispuesto siempre a un poco más. Jesús no vino para abolir la Ley, es decir lo mandamientos, sino que vino a darle cumplimiento, a perfeccionarla. Y los mandamientos sólo llegan a su plenitud por medio del amor, de allí que sin amor de nada sirve cumplir un precepto. La práctica de los mandamientos llega a su plenitud en el despojo de todo, para estar libre y poder seguir a Jesús, sin nada que ate a la persona.

Ante los ojos de este hombre, se encuentra el Reino mismo; la persona de Jesús que lo invita a participar de su presencia celestial, donde Reina la Alegría, y el Gozo. Y recordemos que es, este mismo hombre quien desea estar allí, es él quien pregunta cómo alcanzar el cielo. Pero ante un pedido de Jesús, se escapa, se va, su corazón no esta dispuesto a un poco más. Dice el texto: “Ante estas palabras, se llenó de pena y se marchó triste.” Es que no todos los encuentros con Jesús llenan de Alegría. Pues este hombre quería que Jesús le justificase su modo de vivir, que aunque había cumplido los mandamientos le faltaba lo esencial. Se marchó triste.

Este hombre poseía muchas riquezas, y no quiso abandonarlas. Ante la riqueza terrenal que es superficial, dañina y limitada, Jesús le ofrecía una riqueza de felicidad eterna que no supo aprovechar. Es interesante la definición del estado anímico con el cual se retira este hombre rico, entristecido, y apenado. Estos son los sentimientos comunes de quienes se “cierran” a la invitación siempre nueva de Jesús que llama a buscar los bienes eternos.

Difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas”. Ante estas palabras de Jesús, sus discípulos se sorprenden, y esto se debe a que en aquel momento comúnmente se creía que ser rico era un mérito y un signo de bendición de Dios, y que por lo tanto ser pobre era ser olvidado por Dios. Jesús con sus enseñanzas, y especialmente en las Bienaventuranzas viene a quitar el velo que cubría estas ideas, y a demostrar su privilegio por los pobres y humildes.

Jesús compara la dificultad de ingresar al Reino de los Cielos para los ricos, con un camello que debe pasar por el ojo  de una aguja. Aquí no se trata sólo de ricos, sino de todo aquel que no esta dispuesto a desprenderse de algo. Entrar al cielo requiere renuncias terrenales, y de todas clases, no sólo materiales.

Para los hombres es imposible entrar en el Reino de los Cielos, pero para Dios nada es imposible. Entrar al cielo es difícil (porque requiere esfuerzo); pero no imposible, porque Dios mandó a su Hijo para rescatarnos.

Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido “. Parecería una respuesta de consuelo de Pedro a Jesús, queriéndole decir pero nosotros sí nos animamos a un poquito más, y lo hemos dejado todo, no como este hombre rico. Jesús, entonces, le promete a sus discípulos, es decir a todo aquel que esté dispuesto a dejarlo “todo”, el ciento por uno.  Jesús multiplica en un ejemplo por cien, todo lo que uno renuncia.

Reconstruimos el texto:

  1. ¿Qué ocurre cuando Jesús se puso en camino? ¿Quién se acerca a Jesús y qué actitud toma? ¿Qué hace, y que le pregunta este hombre a Jesús?
  2. ¿Qué le dice Jesús? ¿Qué mandamientos les nombra?
  3. Al escuchar, ¿qué responde este hombre acerca de los mandamientos? ¿Qué siente Jesús al escuchar su respuesta?
  4. ¿Qué dice Jesús que aún le falta? ¿Qué sintió este hombre al escuchar el pedido de Jesús? ¿Qué hace? ¿Cómo se marcha?
  5. ¿Qué dice Jesús a sus discípulos acerca de los ricos? ¿Cómo reaccionan los discípulos?
  6. ¿Con que compara Jesús a los ricos?
  7. ¿Qué sentían los discípulos y que se preguntaban?
  8. ¿Para Dios es posible que los hombres se salven?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

  1. ¿Reconozco a Jesús que camina cerca mío, y que está más presente en mi vida más de lo que puedo imaginar? ¿Al reconocer a este Jesús amigo, salgo también a su encuentro como este hombre rico postrándome a sus pies? ¿O caigo en la tentación de quedarme conforme en la forma de vida que llevo, y dejo que el Señor siga de largo sin ir a su encuentro?
  2. Pienso, si el Señor me leería los mandamientos, ¿que respondería? ¿En cuales de ellos aún estoy tambaleando? ¿En cuales me falta mejorar? ¿Realizo exámenes de conciencia?
  3. ¿Entiendo de que si respondo con la verdad, Dios me mira a los ojos con amor? ¿Y que también algo deba confesar faltas graves, aunque diga la verdad Jesús sigue presente y me mira también con amor? ¿Me animo a decirle todo a Dios?
  4. ¿Cumplo los mandamientos, pero me falta poner amor en lo que hago? ¿Soy entonces como este hombre rico? ¿Qué me falta a mí soltar, y desprender? ¿Estoy dispuesto a hacerlo? ¿Comprendo que se trata de un tesoro en el Reino de los Cielos?
  5. ¿Qué hago, intento cambiar según lo que me pide Jesús, o me escapo como el hombre rico? ¿Comprendo que la causa de tristeza, y pena es decirle “NO”, al proyecto de Dios para mí vida?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor. 

Señor, Jesús, amigo mío del alma. Te pido que me fortalezcas internamente para que cada día, cada hora, cada instante de mi vida, no me mueva otra cosa que seguirte, otro sueño que trabajar, con otros, porque venga tu Reino Señor Jesús, amigo entrañable. Te pido que nada me satisfaga más que saberme instrumento dócil, confiado, vivo y audaz, Haz conmigo lo que quieras, como quieras… Jesús, amigo y Señor. Es tiempo de que irrumpas en mí, y me cambies, me transformes, me modeles, conforme a tu sueño… Tu sueño es mi sueño… ¡Es nuestro sueño!

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.

Añadimos nuestras intenciones de oración y decimos:

Amén.

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo  del  Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:

«Vende cuanto tienes, y sígueme»
(Versículo 21)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy me comprometo a decirle Sí al proyecto de Dios para mi vida. Evalúo cuáles son las cosas que de las que debo desprenderme y soltar, y que dificultan mi relación con Dios. También me desprenderé de un bien material que aprecie, y lo daré a alguien que tenga necesidades.

En el grupo, nos comprometemos a ser una comunidad marcada por la esperanza en el Reino Celestial. Nos comprometemos a realizar una actividad o campaña para transmitir nuestra esperanza cristiana, de llegar algún día al Reino Celestial. Como grupo aportaremos una suma de dinero que consideremos adecuada para colaborar con la misión de Cáritas, o para comprar alimentos o bienes a alguna familia carenciada. 

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