Lectio Divina por José Eduardo Ramírez de Guatemala
“El Hijo del Hombre es Señor del Sábado”
Lucas 6, 1-5
Invocación al Espíritu Santo
Espíritu Santo, ilumina nuestro entendimiento, para que, al profundizar en la Sagrada Escritura, sintamos la presencia de Dios Padre que se manifiesta a través de tu Palabra.
Abre nuestro corazón para darnos cuenta del querer de Dios y la manera de hacerlo realidad en nuestras acciones de cada día. Instrúyenos en tus sendas para que, teniendo en cuenta tu Palabra, seamos signos de tu presencia en el mundo. Amén.
1. Lectura – ¿Qué dice el texto?
Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?» Jesús les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.» Y añadió: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»
Palabra del Señor.
1.1 Releamos el texto
Del domingo pasado y las lecturas de esta semana. Jesús nos advierte sobre lo que debe ser importante para el bien espiritual del hombre. Los escribas y fariseos (léase las altas autoridades religiosas), habían secuestrado las leyes de Dios y las habían transformado en leyes esclavizantes del pueblo. En una lectura rápida, pareciera que Jesús es un rebelde que contradice a las autoridades religiosas, pero cuando profundizamos el texto, vemos que Jesús, cómo lo dirá en otro pasaje, no ha venido a abolir la ley y los profetas, sino a darle fiel cumplimiento (Cf. Mt 5, 17). En otras palabras, lo que Jesús hace, es recordarnos, que las leyes de Dios, son para el bien del hombre y que si hacen bien al hombre, es bueno antes los ojos de Dios.
2. Meditación – ¿Qué nos dice el texto?
Hoy en día, nos vemos plagados de leyes y decretos que nuestros gobiernos nos imponen, muchas veces para favorecer únicamente a determinados grupos. Ciertamente hay que obedecer la ley, “Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Cf Lc 20, 25), pero en este punto debemos recordar que antes que al Cesar, ley temporal, debemos obediencia a Dios, ley eterna. Nosotros debemos discernir, según la Palabra de Dios, que es lo correcto. Mons. Romero dijo: “Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla”. No se trata de que si algo es legal o no, se trata de que lo que yo haga sea agradable a los ojos de Dios y en bien de mis hermanos.
Preguntémonos:
¿Conozco los mandamientos de la Ley de Dios?
¿Cumplo los mandamientos?
3. Oración – ¿Qué le decimos al Señor?
Pidamos al Señor:
• Que nos dé el don de discernimiento para saber qué leyes debemos respetar y cuáles debemos cuestionar.
• Qu vivamos sirviendo al hermano con amor y alegría, pasando en esta vida haciendo el bien.
• Que no nos dejemos llevar por lo que los medios y los gobiernos nos quieren infundir, haciéndonos creer que porque es legal es correcto.
• Que nuestra vida sea un vivir en Cristo.
¿Qué más le podemos decir al Señor?
4. Contemplación – ¿Cómo interiorizo su mensaje?
La Palabra de Dios nos invita a que seamos instrumentos de su amor. A vivir en el amor a Dios y al hermano. Por eso les invito a que hagamos vida el texto del Evangelio, repitiendo la frase:
“Haz de mí, Señor, un instrumento de tu amor”
¿Qué otra frase podemos decirle al Señor que nos lleve a interiorizar su Palabra?
5. Acción – ¿A qué me invita el texto del Evangelio?
La Palabra de Dios es viva y eficaz. Por eso, la escucha de la Palabra de Dios, nos invita a hacerla vida. Sugiero las siguientes acciones:
• Revisar en mi actuar diario, si mis acciones están de acuerdo al cumplimiento de los mandamientos del Señor.
• Ver a mi alrededor, si hay hermanos que necesitan que yo les lleve las espigas cortadas y limpiadas con mis propias manos, que bien puede ser una necesidad tanto humana como espiritual.
¿Qué otra acción me invita a realizar el texto?
Concluyamos nuestra Lectio Divina, pidiendo la bendición de Dios de las manos de la Virgen María:
Dulce Madre, no te alejes,
tu vista de nosotros, no apartes.
Ven con nosotros a todas partes
y solos nunca nos dejes
Ya que nos proteges tanto,
como verdadera madre,
haz que nos bendiga el Padre
El Hijo y el Espíritu Santo
Amén.