Lectio Divina por Eduardo Rafael García de Honduras
0. Invocamos al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo
Espíritu Santo Consolador, ven con tu fuerza y con tu poder, que sin herir ni violentar, ofreces en la conciencia el susurro de lo que es bueno y mejor, para bien de cada persona y de la comunidad humana.
Ven, sobre todo, a lo más íntimo de nuestro ser, donde se experimenta la turbación, el sinsentido, la desesperanza, la tristeza, el desánimo, el dolor y las lágrimas secretas.
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu. Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y desesperanzas. Amén.
Evangelio Según San Lucas 4, 38-44
En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles.
Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” Pero él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que él era el Mesías.
Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: “También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado”. Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea.
Palabra del Señor.
1. Lectura ¿Qué dice el texto?
Comenzamos este nuevo mes con la presencia de Dios en nuestras vidas a través de su Palabra. El evangelio de hoy nos muestra un día completo del ministerio de Jesús en Cafarnaúm, después de su anuncio de liberación y perdón hecho en la sinagoga, que podríamos revisar en tres momentos: la visita a la casa de Simón y la curación de su suegra, la sanación de los enfermos que padecían diferentes males y la partida de Jesús a anunciar la Buena Noticia a otros lugares.
Sabemos que las enfermedades se atribuían a los pecados personales o familiares y a la posesión de espíritus impuros. Una vez más, Jesús ejerce la autoridad de su Palabra y ordena a la fiebre que salga de la suegra de Simón y ella “se levantó de inmediato y se puso a servirles”. Además, con el atardecer termina el descanso obligatorio del sábado y los que tienen enfermos pueden llevarlos a Jesús para que los sane. Y ante la petición de la comunidad de que Jesús se quedase con ellos, Él les recuerda que ha sido enviado para anunciar la Buena Noticia en todas partes.
2. Meditación ¿Qué nos dice el texto?
El milagro de la curación de la suegra de Pedro revela lo que le sucede al ser humano cuando es tocado por la palabra y la acción de Jesús: se purifica la vida y se ofrece para el servicio generoso y gratuito para los demás. También la oración de la comunidad tiene mucha relevancia, porque Dios escucha las oraciones de su pueblo. La misericordia de Jesús se revela una vez más al sanar a todos aquellos que buscan la sanación y liberación, a través de la imposición de las manos. Su ministerio en Cafarnaúm y su disposición para la misión es una constante llamada para todos nosotros a vivir como verdaderos discípulos misioneros.
A la luz del texto bíblico, les invito a meditar con base en las siguientes preguntas:
• ¿Dejo que el Señor toque mi vida con su gracia y le permito que sane mi cuerpo, alma y mente? ¿Asumo y vivo la constante invitación de Jesús para ponerme al servicio de los demás?
• ¿Estoy en constante intercesión por los hermanos que sufren la enfermedad, la exclusión y el abandono? ¿Intento propagar la misericordia de Dios en todas mis acciones, siendo reflejo suyo?
• Como Jesús ¿ofrezco mis motivaciones y propósitos para el proyecto del anuncio del Reino de Dios?
3. Oración ¿Qué le decimos a Dios?
Gracias, Señor, porque una vez más nos quieres sanar y liberar con el poder y autoridad de tu Palabra. Gracias por ser misericordioso con los que más sufren. Concédenos ser dóciles a tu voluntad, para reflejar tu bondad con quien más lo necesita, sobre todo en estos tiempos tan difíciles. Haznos discípulos misioneros de tu Reino. Amén.
4. Contemplación ¿Cómo interiorizamos la Palabra de Dios?
Pero él les dijo: “También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado”.
Con estas palabras, asumimos en nuestras vidas la constante invitación a propagar el Evangelio, sobre todo a los más alejados y excluidos.
5. Acción ¿A qué me comprometo con Dios?
En este tiempo que estamos viviendo, nos comprometemos a hacer una obra de misericordia, de manera especial, visitando a los enfermos y llevándoles el mensaje de esperanza y misericordia que vienen de Jesús.