Lectio Divina Dominical XXI del Tiempo Ordinario Ciclo B

«¿A quién vamos a seguir, Señor? ¡Tú tienes las palabras que dan vida eterna!»

Hno. Ricardo Grzona, frp
Cristian Buiani, frp

PRIMERA LECTURA: Josué 24, 1-2ª.15-17.18b
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 34(33), 2-3.16-17.18-19.20-21.22-23
SEGUNDA LECTURA: Efesios 5, 21-33

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICO: Juan 6, 60-69

55 Porque mi carne es la verdadera comida, y mi sangre es la verdadera bebida. 60 Muchos de los discípulos de Jesús cuando escucharon estas cosas, dijeron: “¡Lo que enseña es muy difícil! ¿Quién puede aceptar esta enseñanza?” 61 Jesús, sabiendo que sus discípulos estaban murmurando sobre esto, les dijo: “¿Esto los escandaliza? 62 ¿Y qué pasaría si vieran al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? 63 El Espíritu es quien da vida, pero el ser humano carnal no puede hacer eso. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, 64 pero algunos de ustedes todavía no
creen”. Jesús dijo esto porque sabía desde el principio quién no iba a creer en Él y también quién lo iba a traicionar. 65 Jesús continuó diciendo: “Por eso les he dicho que solo la persona traída por el Padre puede venir a mí”. 66 Debido a esto, muchos de los discípulos de Jesús lo abandonaron y ya no lo acompañaban. 67 Luego Jesús preguntó a los doce: “¿Acaso ustedes también quieren
irse?” 68 Simón Pedro le respondió: “¿A quién vamos a seguir, Señor? ¡Tú tienes las palabras que dan vida eterna! 69 y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

En este domingo XXI del tiempo ordinario, nos encontramos con la lectura final del capítulo 6 del evangelista San Juan, sobre el discurso del “Pan de Vida”. El capítulo iniciaba con la multiplicación de los panes a modo de apertura del relato que pone en el centro a Jesús como el “Pan vivo bajado del cielo” capaz de dar vida eterna a quienes coman de Él.

En la lectura de este próximo domingo podemos visualizar claramente dos partes del relato, por un lado la conclusión del discurso del “Pan de Vida” y por otro, la “profesión de fe de Pedro”.

El domingo pasado el evangelista exponía la reacción de los judíos, la forma en que se escandalizaban por las palabras de Jesús, no logrando entender como era capaz de decir y de hacer tales cosas. Hoy la lectura no se reduce a las reacciones de los judíos, sino que incorpora a sus seguidores, los que podemos llamar discípulos de Jesús, que ante sus palabras algunos murmuran, flaquean y dan marcha atrás. “Es duro este mensaje, quien podrá escucharlo”, se decían unos a otros. La enseñanza de Jesús resulta “dura”, su mensaje es para algunos, difícil de acoger y de practicar. Las palabras de Jesús no son frases bonitas para ser escuchadas en una actitud pasiva, sino que requieren del hombre una aceptación tal que haga cambiar su modo de actuar, configurándose al modo de sentir y de amar de Jesús. Las palabras del Señor tocan al hombre, y lo hace poner en movimiento. Se preguntan ¡quién puede escuchar semejante mensaje!, y a respuesta es simple, todo aquel que esta dispuesto a abrir su corazón a Dios, y a dejarse poseer por él, puede escuchar sus palabras, ponerlas en practica, y ser dichoso. Cuando ingresa el prejuicio, el mensaje resulta “duro” y molesto, no existe la disposición, el corazón se cierra a querer cambiar.

En este texto encontramos palabras de Jesús muy fuertes como: “el Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve”. Aquí el termino carne hace referencia a la parte de “este mundo” donde más observamos la parte de la naturaleza humana visible, es decir aquello que nos es propio y nos diferencia de Dios que es puro Espíritu. El Espíritu Santo que recibimos en el Bautismo, en los demás sacramentos y que acompaña nuestra vida, nos abre a la inteligencia, para poder conocer y entender mejor los misterios de la Fe.

Ser cristiano significa haberse encontrado con la persona de Jesús, haber conocido sus palabras, sus gestos, su ser más interior. Ser cristiano es dejarse atraer por el amor de Jesús que sale al encuentro del hombre. Es por eso que Jesús dice que quien va a Él, es porque Dios se lo concede. Por pura iniciativa suya, no somos nosotros quienes decidimos ser cristianos o creyentes, convencidos en alguna idea interesante, lo somos porque Dios salió a nuestro encuentro, se puso en el camino, y nos mostró una forma nueva de vivir, capaz de transformarlo todo y de trascenderlo todo. Así pasamos del hombre viejo al hombre nuevo, cargado de esperanzas, con los pies puestos sobre las huellas de Jesús, y con los ojos en el Reino de los Cielos.

La vida cristiana se trata de esto, de optar. Porque somos libres podemos elegir, de la misma manera que los que estaban presentes escuchando las palabras de Jesús, eligieron abandonarlo cuando el mensaje pareció difícil o duro. Se le presentó a cada uno de ellos la Buena Nueva en persona: Jesús, el Cristo. Pero se resistieron buscando un camino más fácil o rápido.  El ser humano busca la felicidad, cada uno pone un nombre propio a esta “felicidad”; para unos es Dios, pero para otros puede ser el poder, el dinero, la fama o el éxito. Sólo en la opción por Dios reside la felicidad verdadera, las demás se presentan solo como opciones fáciles o rápidas, por lo tanto podemos afirmar que no se trataría de la felicidad con mayúsculas sino más bien de placeres o pasares momentáneos. A esto también es a lo que Jesús dice: “La carne de nada sirve”.

En la lectura de este próximo domingo se nos presentan ambas situaciones, quienes optan por un camino “fácil”, abandonando al Señor, y quienes con una simple afirmación como la de Pedro optan por el Dios de la Vida.

Jesús abandonado por muchos, y ante la presencia de los doce apóstoles, realiza una pregunta siempre nueva y actual que interpela “¿También ustedes quieren abandonarme?”. Es eminente la respuesta de Pedro, con mucha simpleza y llanamente responde “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. En la respuesta de Pedro se allá tambien su opción, Pedro supo elegir la mejor de las opciones. Pedro lo reconoce como Santo de Dios, es decir el Mesías; lo sabe porque creyó. Creer es afirmar la existencia de Dios.

Es una manera muy bonita de culminar el discurso del Pan de Vida. Jesús primero obra un gran signo, la multiplicación de los panes, luego con sus palabras da testimonio de ser el Pan vivo  bajado del Cielo, una y otra vez exhorta a comer siempre de este Pan, y por último deja que cada uno responda libremente.

Reconstruimos el texto:

  1. ¿Qué decían muchos de los discípulos con respecto al mensaje de Jesús?
  2. ¿Qué les responde Jesús?
  3. ¿Qué dice Jesús sobre el Espíritu? ¿Y sobre la carne? ¿Cómo califica Jesús sus propias palabras?
  4. ¿Qué dice Jesús sobre quién puede acercarse a Él?
  5. ¿Qué ocurre con muchos de los discípulos luego de escuchar las palabras de Jesús?
  6. ¿Cuál es la pregunta que Jesús les hace a los doce?
  7. ¿Cuál es el Apóstol que responde? ¿Qué dice?
  8. Los discípulos por haber creído saben quien es Jesús ¿qué término empleó Pedro?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios  en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

  1. ¿Alguna vez he calificado de “duro” el mensaje de Jesús, o he considerado el Evangelio como una carga pesada? ¿Por qué, en que circunstancia? A la luz de la lectura de este día, ¿comprendo que vivir según el Evangelio es camino de amor y libertad? ¿Qué les diría a quienes tienen esta concepción de “mensaje duro” de la fe cristiana? ¿Cómo los ayudaría?
  2. “Las palabras de Jesús son Espíritu y Vida” ¿Cómo vivo y me relaciono con el Dios presente en la Palabra? ¿Comprendo que también está presente realmente en la Sagrada Escritura? ¿Frecuento la lectura de la Biblia? ¿Qué experimento al hacerlo?
  3. ¿Entiendo que soy discípulo de Cristo, por pura iniciativa de Dios que salió a mi encuentro? ¿Soy agradecido con Él de haber tenido la posibilidad de conocer a Jesús, y de poder seguirlo? ¿Existe en mí el ardor de querer extender este encuentro con Cristo a otras personas que lo conocen a medias, o que no lo conocen?
  4. ¿En algún momento he sentido la tentación de abandonar al Señor? ¿Qué o quiénes me ayudaron a perseverar? ¿A pesar de decirme creyente o practicante, con algunas de mis actitudes u obras abandono “parcialmente” a Jesús? ¿Hoy también muchos abandonan a Jesús, qué siento? ¿Me pregunto porqué ocurre esto?
  5. ¿Si Jesús me preguntara, “tu también piensas abandonarme”, qué le respondo? ¿Hago mías las palabras de Pedro? ¿Entiendo lo que implica decir “solo tú tienes palabras de vida eterna”? ¿Comprendo que esto significa que sólo en Jesús encuentro la fuente de la vida, y de mi felicidad?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

Señor Jesús, ayúdame a reconocer en esta oración que sólo Tú eres la respuesta a todas mis inquietudes, a los deseos más profundos de mi corazón. Que en tu palabra encuentre el agua fresca que sacie la sed de mi interior.

Buen Jesús, te pido perdón por los momentos en los que tu camino me ha parecido duro, he desconfiado de Ti y me he alejado. Permíteme permanecer siempre a tu lado, reconociendo que eres el único camino de vida plena.

Te agradezco Señor porque me muestras que sólo Tú tienes Palabras de vida eterna. Ayúdame a que como Pedro pueda siempre profesar con firmeza mi fe en Ti y permanecer a tu lado.

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.

Añadimos nuestras intenciones de oración y decimos:

Amén.

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo  del  Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:

«¿A quién vamos a seguir, Señor? ¡Tú tienes las palabras que dan vida eterna!»
(Versículo 68)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a optar, a elegir la fuente de vida eterna. Pienso en amigos o familiares que han abandonado a Jesús, han dejado de seguirle, para acercarme a ellos dando testimonio de mi vida, de la alegría de vivir en Jesús. Pongo a estas personas en mi oración personal, para que Dios también obre por medio de ella. Y voy a dar el nombre al menos de una para poder ser discípulo y misionero.

En el grupo, nos comprometemos a ser una comunidad de discípulos, que crece en el seguimiento de Jesús. Como grupo nos comprometemos a reforzar nuestro rol misionero, pensamos en campos de acción para llevar a Jesús a través de la Palabra, y a través de nuestro testimonio. Decidimos hacer una acción concreta. Como grupo la planteamos, y la realizamos. Esto hará creíble el Evangelio que predicamos.

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