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Lectio Divina Dominical XXIII del Tiempo Ordinario Ciclo B

«Lo que sea que haga, lo hace bien»

Hno Ricardo Grzona, frp
Cristian Buiani, frp

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PRIMERA LECTURA: Isaías 35,4-7a
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 146(145), 7.8-9a.9bc-10
SEGUNDA LECTURA: Santiago 2, 1-5

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICOMarcos 7, 31-37

31 Jesús partiendo nuevamente de la región cerca de la ciudad de Tiro, pasó por Sidón y las diez ciudades (Decápolis), y llegó al lago de Galilea. 32 Algunas personas trajeron a un hombre sordo que apenas podía hablar y le pidieron a Jesús que le pusiera la mano encima. 33 Jesús lo sacó de la multitud y le metió los dedos en sus oídos. Luego salivó y puso un poco de saliva en la lengua del hombre. 34 Mirando hacia el cielo, respiró hondo y le dijo al hombre: “Efatah!” “Esto significa: «¡Se abierto!”.

35 Y en ese momento los oídos del hombre se abrieron, su lengua estaba sin ligaduras y comenzó a hablar sin dificultad. 36 Jesús ordenó a todos que no le contaran a nadie lo que había sucedido; pero cuanto más se los mandaba, más hablaban de lo que había sucedido. 37 Y todos se asombraban, diciendo: “Lo que sea que haga, lo hace bien, incluso hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

En este domingo, leemos y meditamos la Palabra del Señor en el Evangelio según San Marcos. Recordemos que este evangelista escribe principalmente para los cristianos que viven en el Imperio romano, y que no conocían las costumbres judías.

El relato inicia presentándonos a Jesús, volviendo de visitar tierras extranjeras, hasta el momento se había desplazado por la región de Galilea, y demás lugares circundantes. En la región de Tiro, estaba la ciudad de Sidón, estos lugares eran conocidos como Fenicia, caracterizados por una cultura, religiosidad e impronta muy diferente al contexto geográfico donde Jesús nació y creció. Estos no eran lugares propiamente judíos.

Jesús se dirigía al Mar de Galilea, y para llegar atravesó el territorio de la Decápolis, palabra griega que quiere significar “diez ciudades”. Al llegar, le presentan una persona sordomuda para que le impusiera las manos. Esto significa que quienes allí vivían, sabían quién era Jesús, habían oído hablar de Él, y por lo tanto conocían sus milagros y curaciones. De allí que lo primero que piden es una curación a través de la imposición de sus manos, para un sordomudo.

La imposición de manos, como gesto esta asociada a distintas prácticas, como bendecir, consagrar, ordenar en los sagrados ministerios, y tambien para sanar. Todas están íntimamente unidas al Espíritu Santo que unge y santifica. Luego Jesús aconsejará a sus discípulos a imponer las manos de la misma forma que Él lo hace, como un signo de la intervención de Dios (a través de los creyentes) que vivifica, y sana (Mc. 16, 15-18).

Los Evangelios nos relatan muchos milagros obrados por Jesús, y éste es uno de ellos. Todo milagro, además de ser un acto sobrenatural, es una pedagogía. Es decir Jesús no solo cura u obra por bondad, sino también porque quiere enseñar algo por medio de lo que realiza. A través de los milagros, Dios manifiesta su amor. El milagro tambien permite al hombre descubrir a Dios, y abrazar la fe.

Al curarlo no lo hace como si fuera uno más entre tantos, ni tampoco se queda solamente imponiéndole sus manos como le pedían, sino que lo aparta de la multitud, y pone su dedo en su oído, y toca su lengua con saliva. Jesús se hace cercano, sale al encuentro del otro, toca su “carne”, poniendo en el centro de su misión a los más pobres, enfermos y necesitados.

La curación va unida a una actitud orante de Jesús mirando el cielo, este hace referencia a la presencia de Dios Padre, diciendo “Effetá”, que traducido del arameo significa “ábrete”. Esto es lo que Jesús vino a hacer al mundo, a “abrir”, a liberar, para hacer al hombre capaz de vivir en plenitud la relación con Dios y con los demás.

Que sea un sordomudo a quien Jesús le devuelve sus capacidades, es muy significativo. El oído como referencia del lugar por donde entra la Fe, y la boca por donde se la comunica. La persona de Jesús permite que cualquier oído por más cerrado que este se habrá para escuchar la Buena Nueva, y que cualquier boca la proclame. En estos dos signos esta compuesta la tarea del misionero, escuchar y comunicar la Palabra de Jesús. Esta curación significo una apertura, no solo de los sentidos, sino tambien a los demás, al mundo, rompiendo la cerrazón que lo aislaba. Porque quien no escucha la Palabra de Dios ni la comunica, tiene su corazón cerrado.

La Iglesia luego, retomará todo esto en el rito del Bautismo, recordamos cuando el sacerdote, tocando la boca y los oídos del recién bautizado, dice: «Effetá», orando para que pronto pueda escuchar la Palabra de Dios y profesar la fe. Por el Bautismo, la persona humana comienza, a “respirar” el Espíritu Santo, aquel que Jesús había invocado del Padre con un profundo suspiro, para curar al sordomudo.

Ante esta intervención milagrosa de Jesús, quienes estaban presentes no pudieron agregar más palabras que estas, como una expresión  de admiración: “todo lo ha hecho bien”. (Casi evocando a Dios Creador en el Génesis 1, 31: “Y Dios vio que todo estaba bien hecho”).

Reconstruimos el texto:

  1. ¿De que región volvía Jesús? ¿Por donde atraviesa, y adonde se dirigía?
  2. ¿A quien le presentan al llegar? ¿Qué le piden que haga con él?
  3. ¿Cómo actúa  Jesús con el sordomudo? ¿Con que signo realiza la curación?
  4. ¿Cuál es la palabra que dice, al mirar al cielo? ¿Qué significa?
  5. ¿Qué ocurre con los oídos, y la lengua de esta persona?
  6. ¿Con respecto a lo ocurrido que les pide Jesús a los presentes?
  7. ¿Estos cumplían con lo que Jesús les pedía?
  8. ¿A raíz de la admiración por sus obras, que decían de Jesús?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios  en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

  1. ¿Entiendo que debo acercarme cada vez más a Jesús, para no ser “sordo”, y poder oír su voz que tiene algo para decirle a mí vida? ¿Qué es lo que me “ensordece”, y me dificulta escuchar su Palabra? ¿Entiendo que sí no escucho su Palabra, mi corazón esta cerrado? ¿Cuáles son los signos de un corazón cerrado? ¿Y los de un corazón abierto a la Palabra de Dios?
  2. ¿En que momentos en que el Señor espera que habla de él enmudecí o enmudezco? ¿Por qué lo hago? ¿Le pido fortaleza al Señor, para poder superar estos “silencios”? ¿Puedo completar estos silencios con las bellas palabras del evangelio? o ¿con mi propia historia que habla del paso del Dios en ella?
  3. El Señor pronuncio la palabra “Effetá”, es decir ábrete. ¿Qué debo abrir en mí vida, cuál es la apertura que reconozco que debo dar? ¿Hacia dónde debo abrirme a hacia quienes?
  4. ¿Recuerdo que Dios en mi bautismo abrió mis oídos para escucharlo, y mi boca para proclamarlo? ¿A que me compromete esto?
  5. ¿Recuerdo en algún momento de mi vida haber dicho con respecto al Señor “todo lo ha hecho bien”? ¿Cuáles son las cosas, momentos o motivos que me llevan a repetir esta frase?
  6. ¿Comprendo que también yo estoy llamado a hacer “todas las cosas bien”, al igual que mi Señor y Maestro? ¿Suelo caer en la tentación de creer que sólo se trata de las grandes cosas, y descuido de hacer correctamente las pequeñas cosas de cada día (saludar, ayudar a las tareas del hogar, ser atento, etc.?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

Effetá  ¡ABRETE!

Ven Espíritu Santo y ábrenos: ábrenos a la realidad  que vivimos para que podamos captar en ella  la voluntad de Dios y seguirla. Danos un oído atento para escuchar las voces del tiempo, un corazón sensible a las necesidades de los hermanos más débiles y una mente lúcida para poder servir.

Effetá  ¡ABRETE!

Ábrenos al  espíritu de unidad y ayúdanos a trabajar juntos, apoyarnos, juntar esfuerzos, potenciarnos, que podamos dialogar, entendernos entre nosotros como comunidad.

Effetá  ¡ABRETE!

Ábrenos al espíritu de fortaleza para que no nos achiquemos al ver el tamaño de la tarea evangelizadora,  comparado con la pequeñez de los instrumentos y recursos. Que no nos cansemos en la espera y que no le aflojemos en las adversidades, porque estás apoyando a los que trabajan por el Reino. Que aprendamos la paciencia.

Effetá  ¡ABRETE!

Ábrenos al espíritu de alegría. Que gocemos de lo que  has hecho en nosotros y con nosotros, que valoremos lo que tenemos, los logros y podamos agradecerlos y celebrarlos.

Effetá  ¡ABRETE!

Ábrenos al espíritu de amor que todo lo transforma, que todo soporta, que todo lo cree, que todo lo espera, que todo lo renueva.

Effetá  ¡ABRETE!

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.

Añadimos nuestras intenciones de oración y decimos:

Amén.

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo  del  Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:

«Lo que sea que haga, lo hace bien»
(Versículo 37)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a escuchar su Palabra, y a comunicarla. Medito cuales son las cosas o momentos que no me permiten escuchar la voz del Señor, (música, redes sociales, televisión, etc.), y procuraré dedicar más tiempo a Dios, por medio de la oración. También me comprometo a comunicarlo, esta vez será en mi Familia, aportando palabras, gestos y acciones que sean necesarias (alegría, consuelo, tiempo, etc.). Voy a anotar esto para no olvidarlo.

En el grupo, nos comprometemos a ser una comunidad misionera, atenta a la Palabra y en salida misionera para comunicarla. Nos comprometemos a testimoniar a Jesús a nuestros amigos que no creen, “abriendo” sus oídos y corazones a la ternura de Dios. Volveremos al grupo contando cómo estamos presentando a Jesús.

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