Lectio Divina Dominical de la Santísima Trinidad Ciclo B

«Vayan y hagan discípulos de todas las naciones»

Hno. Ricardo Grzona, frp

Critian Buiani, frp

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PRIMERA LECTURA: Deuteronomio 4, 32-34.39-40
SALMO RESPONSORIAL:Salmo 33(32), 4-5.6.9.18-19.20.22
SEGUNDA LECTURA: Romanos 8, 14-17

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICO: Mateo 28, 16-20

16 Los once discípulos fueron a Galilea y llegaron a la montaña que Jesús les había indicado, 17 y viéndolo, lo adoraron, pero algunos tenían sus dudas. 18 Entonces acercándose Jesús les habló: “Todo poderío me ha sido dado en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo 20 y enseñándoles a obedecer todas las cosas que les he mandado; y he aquí que Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el final de los tiempos”.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

Este domingo celebramos la festividad de la Santísima Trinidad y de esta forma comenzamos el tiempo litúrgico ordinario.

El Evangelio de este domingo es del último capitulo de San Mateo, en donde Jesús habla sobre la misión universal de los apóstoles.  La Palabra comienza diciendo que los once discípulos fueron a la montaña en Galilea, por que Jesús los había citado. Es decir Jesús mismo les había dicho donde reunirse en algunas de sus apariciones en Jerusalén posteriores a su resurrección.

Esta vez son los discípulos que salen al encuentro del Maestro, y ese lugar de encuentro es la montaña; esta era considerada tanto para los antiguos como para los contemporáneos el lugar de comunión por excelencia, podemos repasar muchos ejemplos tanto del antiguo como del Nuevo Testamento sobre el Monte o la Montaña y su relación con Dios.  Si bien el Evangelio no especifica que montaña es, se presume que se trata del Monte Tabor ubicado en Galilea, lugar de la transfiguración del Señor.

La actitud de los discípulos es de reverencia y adoración absoluta; dice la palabra que al verlo se postraron ante Él. Pensemos en que los discípulos llegan hasta este lugar luego de haber acompañado a Jesús en su vida pública, como así también en los momentos de dificultad y dolor, y ahora con la alegría de saber a su Maestro y Señor resucitado, tal como lo había predicho. Sus corazones estaban embargados de alegría por el encuentro tan esperado, este es el momento que tanto aguardaban. La duda también esta presente en la vida de los cristianos, ocurrió en este caso con algunos de sus discípulos, porque la Fe requiere del ser humano una apertura de su corazón, de voluntad y de su inteligencia. La Fe, hace posible el encuentro con Cristo que disipa toda oscuridad de nuestra vida. Por la Fe, junto a nuestra capacidad racional podemos conocer plenamente a Cristo.

Jesús realiza un envío misionero empleando dos verbos: “Ir y Hacer”. Ir y hacer, en nombre de Dios, y no en nombre propio, muy claro lo dice Jesús: “para que sean mis discípulos”. Este “IR” (conjugado en imperativo) es un mandato a “SALIR”, en este caso los discípulos debían salir del lugar de resguardo o comodidad, ante un contexto convulsionado con relación a los judíos, para dar testimonio gozoso de la salvación en Cristo. El verbo “HACER” (también en imperativo), le inflige una dinámica a la salida; no se trata de un ir o salir comodista, sino de acompañar, escuchar, enseñar, llevar, de dar testimonio vivo de la presencia del Señor. El mandato del Señor es claro, invita a sus discípulos a salir de sí mismos, para ir al encuentro de los demás, guiándolos al encuentro con Dios.

La palabra discípulo tiene una gran importancia en el evangelio de San Mateo, y el término aparece utilizado en muchas oportunidades más que en cualquier otro evangelio. Ya en el pueblo judío existían discípulos de uno u otro maestro; en el Evangelio aparecen citados por ejemplo los discípulos de Juan el Bautista. Ser discípulo es ser seguidor de un Maestro, en este caso de Cristo, para configurarse según su forma de vivir.

El Señor los llama a la misión, de esta forma los discípulos también deben ser misioneros. Discípulos capaces de hacer discípulos, para que otros puedan alcanzar y conocer al igual que ellos al Maestro, dador de vida.

El Apóstol Mateo escribe principalmente para los cristianos de origen judío, y su evangelio tiene una gran impronta eclesial, siendo el único que emplea la palabra Iglesia, del griego Ekklesía; es decir asamblea. La comunidad  y casa de los discípulos es la Iglesia, en ella permanece de una forma actualizada el misterio de Cristo, a través de los sacramentos. “Entre todos los pueblos”, la historia de la salvación no tiene límite espacial, a igual modo que la evangelización, todos los hombres del mundo están llamados a ser discípulos.

Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo; Jesús no deja solo a sus discípulos, sino que cumple una nueva misión: estar presente en la Iglesia por medio del Espíritu Santo, y volver al final de los tiempos.

Reconstruimos el texto:

  1. Al comienzo del relato, ¿cuántos discípulos se nombran?
  2. ¿A dónde se dirigieron? ¿Por qué?
  3. ¿Cómo reaccionan al ver a Jesús?
  4. ¿Qué ocurría con algunos de los discípulos aún?
  5. ¿En que lugares dice Jesús tiene autoridad?
  6. ¿Cuál es el mandato misionero que proclama Jesús?, ¿Se refiere a un lugar en concreto?
  7. ¿Cuál es la formula bautismal?
  8. ¿Qué debían enseñar los discípulos a quienes se bautizaban?
  9. ¿Cuáles son las últimas palabras de Jesús?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

  1. ¿Somos como los once discípulos, que cuando el Señor los llamo salieron a su encuentro?
  2. ¿Cuál es mi actitud cuando estoy en presencia del Señor, cuando estoy en el templo o en algún lugar sagrado?
  3. A pesar de haberme encontrado con Jesús, ¿Persiste la oscuridad de la duda en mi vida? ¿Qué hago cuando me ocurre esto? ¿Pido al Señor, para que ilumine mis sentidos y entendimiento para poder comprenderlo y amarlo?
  4. ¿Cómo me interpela a mí el mandato misionero del Señor? ¿Entiendo que para ello debo ser primero un buen discípulo?
  5. Para “IR” debo salir, ¿De dónde? ¿Cuáles son esos lugares que me retienen en la comodidad, y el confort en mí vida, y no me permiten salir al encuentro de mis hermanos? Y en mi comunidad, ¿También nos proponemos ser una Iglesia en salida misionera?
  6. ¿Cuál es para mí el modo o la forma de hacer discípulos? ¿Entiendo que mi testimonio de vida, si es coherente puede crear en otros el deseo de vivir una vida cristiana?
  7. Saber que no estoy solo, sino que Jesús permanece en la Iglesia de una forma muy especial, ¿Me da ánimo para seguir mi camino discipular?  ¿En que situaciones, o lugares siento esta presencia del Señor?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

 ¡Trinidad eterna! Tú eres un mar sin fondo en el que, cuanto más me hundo, más te encuentro; y cuanto más te encuentro, más te busco todavía. De ti jamás se puede decir: ¡basta! El alma que se sacia en tus profundidades, te desea sin cesar, porque siempre está sedienta de ti, Trinidad eterna; siempre está deseosa de ver tu luz en tu luz. Como el ciervo suspira por el agua viva de las fuentes, así mi alma ansía salir de la prisión tenebrosa del cuerpo, para verte de verdad…
¿Podrás darme algo más que darte a ti mismo? Tú eres el fuego que siempre arde, sin consumirse jamás. Tú eres el fuego que consume en sí todo amor propio del alma; tú eres la luz por encima de toda luz…

Tú eres el vestido que cubre toda desnudez, el alimento que alegra con su dulzura a todos los que tienen hambre. ¡Pues tú eres dulce, sin nada de amargor!

¡Revísteme, Trinidad eterna, revísteme de ti misma para que pase esta vida mortal en la verdadera obediencia y en la luz de la fe santísima, con la que tú has embriagado a mi alma!

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.

Añadimos nuestras intenciones de oración.

Amén.

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Como interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

«Vayan y hagan discípulos de todas las naciones»
(Versículos 20)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

En lo personal, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a ser un discípulo misionero. Hago carne la Palabra de este día, pensando en personas concretas que considero están necesitadas de Dios, o que no lo conocen lo suficiente. Me acerco a ellos, entregándoles una cita del evangelio. Pienso en una actividad concreta que haré esta semana.

Con tu grupo, nos comprometemos a ser una Iglesia en salida misionera, capaz de salir de sí misma para encontrarse con los demás, anunciando lo bueno y bello que hay de vivir en Cristo. Pensamos una misión concreta en un barrio periférico o pobre para llevarles algo material que estén necesitando (comida, abrigo, medicamentos, etc.), y junto a ellos el tesoro precioso de leerles algunas o todas las Bienaventuranzas.

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