Lectio Divina Dominical IV del Tiempo Ordinario Ciclo A

«Alégrense y pónganse contentos»

Hno. Ricardo Grzona, frp
Cristian Buiani, frp

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PRIMERA LECTURA: Sofonías 2, 3; 3, 12-13
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 145, 7-10
SEGUNDA LECTURA: 1 Corintios 1, 26-31

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICO: Mateo 5, 1-12

1 Cuando Jesús vio a las multitudes, subió una montaña y se sentó. Sus discípulos se acercaron a Él, 2 y abriendo sus labios comenzó a enseñarles:

3 “Felices los que son pobres en espíritu

porque el reino de los cielos es de ellos.

4  Felices los que lloran,

porque Dios los consolará.

5  Felices los humildes,

porque heredarán la tierra.

6  Felices los que tienen hambre y sed de justicia,

porque serán satisfechos.

7  Felices los que tienen misericordia,

porque Dios tendrá misericordia de ellos.

8  Felices los que tienen un corazón puro,

porque ellos verán a Dios.

9  Felices los que trabajan por la paz,

porque serán llamados hijos de Dios.

10 Felices los que sufren persecución por causa de la justicia,

porque el reino de los cielos es de ellos.

11 Felices serán cuando los insulten, los persigan y digan toda clase de mentiras contra ustedes por causa mía. 12 Alégrense y pónganse contentos, ya que su recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas antes de ustedes.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

El evangelio de este domingo nos presenta el célebre relato de las bienaventuranzas, también conocido como sermón de la montaña o sermón del monte. Podemos afirmar que es la predicación más conocida de Jesús.

El monte o montaña a la que hace referencia se trataría de una elevación al norte del mar de Galilea, cerca de Cafarnaúm. Galilea era considerada tierra de paganos, pero de ella habían anunciado los profetas como el lugar en el que aparecerá una gran luz.

Esta predicación de Jesús es posterior a las tentaciones que enfrento en el desierto, por lo tanto se trata de sus primeras actuaciones en su vida pública.  

“Al ver a la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos. 5-2: Tomó la palabra y comenzó a enseñarles”. Jesús se sienta: un gesto propio de la autoridad del maestro; pero no como los maestros que se forman para ellos en las escuelas; se sienta allí como el Moisés más grande, que extiende la Alianza  a todos los pueblos. De este modo se aclara también el significado del monte. El evangelista no nos dice de qué monte de Galilea se trata, pero como se refiere al lugar de la predicación de Jesús, es sencillamente “la nueva montaña”, el nuevo Sinaí. “La montaña” es el lugar de oración de Jesús, donde se encuentra cara a cara con el Padre; por eso es precisamente el lugar en el que enseña su doctrina, que procede de su íntima relación con el Padre. “La montaña”, por tanto, muestra por sí misma que es el nuevo, el definitivo Sinaí.  

Aquí Dios habla muy de cerca, como hombre a los hombres. El sermón de la montaña es la nueva Torá que Jesús trae.

Las Bienaventuranzas han sido consideradas con frecuencia como la antítesis del Decálogo, pero Jesús ha dado siempre por descantada la validez de este. En el sermón de la montaña se recogen y profundizan los mandamientos de la segunda tabla de la Ley, pero no son abolidos. Porque no ha venido Jesús a abolir la Ley o los profetas, sino a dar plenitud a estos.

Las Bienaventuranzas son palabras de promesa que sirven al mismo tiempo como palabras orientadoras. Cada una de las afirmaciones de las Bienaventuranzas nacen de la mirada dirigida a los discípulos; describen, por así decirlo, su situación: son pobres, están hambrientos, lloran, son odiados y perseguidos.

A pesar de la situación concreta de amenaza inminente en que Jesús ve a los suyos, ésta se convierte en promesa cuando se la mira con la luz que viene del Padre. Referidas a la comunidad de los discípulos de Jesús, las Bienaventuranzas son una paradoja: se invierten los criterios del mundo apenas se ven las cosas en la perspectiva correcta, esto es, desde la escala de valores de Dios, que es distinta de la del mundo. Precisamente los que según los criterios del mundo son considerados pobres y perdidos son los realmente felices, los bendecidos, y pueden alegrarse y regocijarse, no obstante todos sus sufrimientos. Las Bienaventuranzas son promesas en las que resplandece la nueva imagen del mundo y del hombre que Jesús inaugura, y en las que “se invierten los valores”. Con Jesús, entra alegría en la tribulación, en los momentos difíciles.

Las Bienaventuranzas expresan lo que significa ser discípulo, son la transposición de la cruz y la resurrección a la existencia del discípulo. Al leer las Bienaventuranzas, leemos una biografía interior de Jesús, un retrato de su figura. Él es el auténtico pobre, es el realmente humilde, él es verdaderamente puro de corazón y por eso contempla a Dios sin cesar. Es constructor de paz, es aquel que sufre por amor de Dios: en las Bienaventuranzas se manifiesta el misterio de Cristo mismo, y nos llaman a entrar en comunión con Él.

El Sermón de la Montaña resume toda la moral cristiana, entendida no a la manera de un código legal de prohibiciones y obligaciones, sino como una invitación a ser “perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. Es un nuevo programa, más exigente y gozoso a la vez, que de ninguna manera inculca la “resignación” a los oprimidos o la pasividad frente al mal. Tampoco propone un “tipo” de organización social, pero sienta las bases y señala las pautas de toda verdadera fraternidad. Es un nuevo estilo de vida, que se funda en el amor llevado hasta sus últimas consecuencias y convierte a los discípulos de Jesús en “sal de la tierra” y “luz del mundo”.

Preguntas para recordar el texto bíblico:

  1. ¿Hacia dónde se dirige Jesús al ver a la multitud? ¿Qué hizo allí?
  2. ¿A quiénes les pertenece el Reino de los Cielos?
  3. ¿Qué dice Jesús que ocurrirá con los afligidos? ¿Y con los desposeídos?
  4. ¿Qué dice Jesús sobre aquellos que tienen hambre y sed de justicia?
  5. ¿Quiénes serán tratados con misericordia? ¿Y quiénes verán a Dios?
  6. ¿Qué dice Jesús de aquellos que trabajan por la paz? ¿Y de aquellos que practican la justicia?
  7. ¿Por qué deben regocijarse aquellos que sean insultados o perseguidos a causa de Jesús?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

  1. ¿Considero que soy pobre de espíritu, es decir pongo toda mi vida en manos de Dios? ¿Soy desapegado de los bienes terrenos? ¿De que debo desprenderme aún? ¿Intento vivir un estilo de vida sobrio y simple, para testimoniar de forma coherente el evangelio?
  2. ¿Cuáles son los motivos de mis aflicciones y tristezas? ¿Veo en estas situaciones dolorosas la posibilidad de acercarme al Jesús que conoce lo que significa sufrir? ¿Comprendo lo que significa la promesa de Dios: que quien sufre será consolado? ¿Esto, me da esperanza? ¿Soy instrumento de consuelo para los demás?
  3. ¿Siento hambre y sed de justicia? ¿Tiendo a buscar la justicia y santidad, o desde hace un tiempo me he resignado a vivir en la mediocridad y tibieza? ¿Me movilizan tantas situaciones de injusticia que ocurren en la sociedad? ¿Cómo cristiano que puedo aportar en esto?
  4. ¿Soy misericordioso? ¿Ante el error de mis hermanos, reacciono con prejuicios o con misericordia? ¿Entiendo que debo ser misericordioso porque Dios lo es conmigo? ¿Comprendo que en el tiempo actual los cristianos estamos llamados a mostrar nuestra identidad misericordiosa? ¿Me cuesta perdonar, por donde me comprometo a empezar?
  5. ¿Soy puro de corazón? ¿Qué dicen mis intenciones, pensamientos, miradas y palabras? ¿Trato de cultivar la virtud de la pureza? ¿Comprendo que ser puro es tener un corazón similar al de Jesús, que me permite conocer a Dios más claramente?
  6. ¿Soy una persona de paz? ¿Con que acciones concretas siembro paz? ¿Comprendo que con pequeñeces, como las habladurías, rompo la paz entre mis hermanos?
  7. ¿Estoy dispuesto a sufrir por el evangelio? ¿En algún momento se alejaron o burlaron de mí por el solo hecho de creer? ¿Cómo reacciono ante estas situaciones? ¿Rezo por tantos cristianos que viven en lugares de persecución, hasta el punto de morir por causa de la Fe?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

Gracias, Dios de bondad, por Jesús, tu Hijo y hermano nuestro,
que nos regaló un único y mejor mandamiento, el del amor fraternal.
Ablanda, Señor, nuestro duro corazón para que nos cale su mensaje,
la buena noticia de la liberación,
y soñemos con hacer realidad la utopía de Jesús,
para que sean felices en adelante los que ahora son pobres,
para que no sufran más los que hoy pasan hambre y sed,
para que rían de felicidad los que hoy se sienten tristes y amargados.
También queremos ser felices nosotros mismos, es lo que Tú quieres,
pero sabemos que no hay otro modo de alcanzar nuestra propia felicidad
que tratando de hacer felices a los demás.
Tu hijo nos ha dado ejemplo, ha dedicado su vida a repartir felicidad.

Amén

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Como interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

«Alégrense y pónganse contentos»
(Versículos 12)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

En lo personal, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a vivir las bienaventuranzas. Reflexionaré entorno a ellas, y le dedicaré especial atención y practica a la que tengo más abandonada. Esforzándome por mejorar, y luego de un tiempo examinaré cuanto crecí y madure. Elijo una de ellas, la escribo y me hago propuestas que pueda evaluar en mi crecimiento cristiano.

Con tu grupo, nos comprometemos a ser una comunidad marcada por el signo de las bienaventuranzas. Nos proponemos salir al encuentro de otros jóvenes, y anunciarles la Buena Noticia de las Bienaventuranzas. Lo hacemos de forma novedosa y creativa. Puede ser a través de un encuentro musical, redes sociales, pancartas públicas, y así invitarlos a sumarse a alguno de los grupos juveniles.

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