Lectio Divina Dominical XX del Tiempo Ordinario Ciclo C

«¿Piensan que vine a traer la paz en la tierra?»

Hno. Ricardo Grzona, frp
Dr. Emilio G. Chávez

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PRIMERA LECTURA: Jeremías 38,4-6.8-10
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 40(39),2.3.4.18
SEGUNDA LECTURA: Hebreos 12, 1-4.

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICO: Lucas 12, 49-53

49 ¡Vine a prender fuego en la tierra y cómo desearía que ya estuviera encendida! 50 ¡Tengo que recibir un bautismo y cómo estoy angustiado hasta que eso suceda! 51 ¿Piensan que vine a traer la paz en la tierra? Pues les digo que no vine a traer paz, sino división. 52 Porque a partir de ahora una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres. 53 El padre estará en contra del hijo y el hijo en contra del padre. La madre se enfrentará a la hija y la hija contra la madre. La suegra estará en contra de la nuera y la nuera contra la suegra”.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

Jr 38:4-6, 8-10; Lc 12:49-53

Este domingo nos presenta el tema del juicio. Lo esencial del juicio es distinguir, entre inocente y culpable, entre bueno y malo, entre conveniente e inconveniente, entre lo perdurable y lo perecedero. Por esto último es que el juicio en la Biblia a menudo se presenta como producto del fuego: el fuego se encarga de destruir lo que no sirve, lo sucio. Los objetos contaminados en el Antiguo Testamento se podían purificar por el fuego, cuando el agua no bastaba. Así Juan Bautista distingue entre su bautismo por agua y el bautismo por Espíritu Santo y fuego del que vendrá, Lc 3:15-18. Pablo habla del juicio sobre nuestras obras por fuego, 1 Co 3:10-15.

La primera lectura nos presenta al profeta Jeremías, que causó división en su pueblo. La mayoría de la gente no discernía la amenaza que constituía Babilonia. Creían las palabras de los falsos profetas que Dios no había enviado. Estos profetas que aseguraban que habría bienestar, que Judá quedaría a salvo de los babilonios, que ¡los egipcios! los ayudarían. Estos falsos profetas profetizaban por un salario, por dinero, no decían la verdad no tenían los verdaderos intereses del pueblo en su corazón. Jeremías sí había sido enviado por Dios como hombre contradictorio, que anunciaba la ruina, el destierro, la derrota del ejército de Judá infiel. Por eso lo acusan de traición, de “aflojar las manos de los soldados” (desmoralizarlos, desanimarlos). Desde el punto de vista humano, el “patriotismo” es bueno, hace falta la cohesión social. Desde el punto de vista divino, es la verdad la que nos libra, aunque sea dura y cause división. Es así cómo se sabe cómo realmente están las cosas, quién es quién., como dice Pablo en 1 Co 11:19. Al final, Judá fue de hecho derrotado por los babilonios, su templo fue arrasado, y fueron al destierro, como había profetizado Jeremías. Pero cuando lo decía de antemano, no le creían.

Jesús mismo habla del fuego, del fuego de una gran prueba, que mostrará quién es él. Ya lo había dicho el sabio, que al justo lo pondrían a prueba los malvados, que había que ver cómo moriría, para ver si realmente era hijo de Dios, Sb 2:17-20. El justo sufriente sería probado como prueban los metales en el crisol, Sb 3:6. La pasión de Jesús fue lo que hizo de él el “testigo fiel,” Ap 1:5.

Curiosamente, esta prueba tipo holocausto de Jesús, con fuego, es también descrita como bautismo en nuestro evangelio de este domingo. Cristo nos dice que tiene que haber fuego, fuego que juzgue, que purifique, que encienda la tierra. Y sólo vendrá la paz cuando a través del fuego desaparezca todo lo corrompido, lo contaminado, lo que no sirve. Con el juicio viene la división, para que así se manifieste lo verdadero, y los que están de parte de la verdad.

Preguntas para recordar y reconstruir el texto:

1. Jesús ¿Qué vino a traer a la tierra? y ¿Que desearía?
2. ¿Por qué tiene que pasar? Y
3. ¿Qué es lo que siente?
4. ¿Qué es lo que dice después de: “¿Piensan que vine a traer paz a la tierra?”?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

1. Cuando yo realizo cualquier acción, qué es lo que busco ¿Qué me aprueben y me apoyen? ¿Aunque esto signifique faltar a la verdad?
2. ¿Hasta qué punto yo disfrazo las cosas para decir lo que la gente quiera escuchar y luego no me critiquen?
3. ¿Estoy de acuerdo con Jesús, que el discipulado al que Él me invita, implica un cambio de raíz y por eso tengo que ser necesariamente evangélico? Posiblemente esto me traiga muchas complicaciones.
4. ¿Cuáles son las cosas, acciones, lugares que frecuento, que yo debería cambiar, dejar, liberarme?
5. Podría hacer un listado de estas cosas, personas, lugares…
6. Si analizamos el texto bíblico donde Jesús promete el fuego que purifica, como los que trabajan con metales preciosos ponen en el crisol el oro, por ejemplo, qué significaría el fuego y ¿qué cambiará en mí esta presencia del Espíritu Santo?
7. Muchas veces estoy muy acostumbrado a un estilo de vida, y algunas cosas de este estilo no coinciden con el Evangelio del Señor. ¿Puedo presentárselas al Señor para que Él me purifique?
8. ¿Hasta dónde estoy dispuesto a una purificación?
9. ¿Entiendo que el juicio de Dios viene para mí y no para que yo ahora tenga una nueva arma contra los que no se sientan cristianos? El Señor me ofrece el juicio a mí y para que yo me analice en mi proceso de discípulo y misionero.

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

Podemos dirigirnos al Señor con una acción de gracias por su Palabra sanadora y reparadora.

Gracias Padre por habernos enviado a tu Hijo único, Jesucristo. Él nos habla con la verdad, aunque nos duela. Porque estamos todavía muy lejos de la verdad.

Queremos pedirte que nos envíes al Espíritu Santo, para que nos purifique, para que nos limpie, para que arranque de nosotros todo aquello que nos impide ser tus discípulos.

Podemos hacer nuestro el Salmo 51 pidiendo a Dios con las palabras del Salmista:

51,3: Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa,
51,4: lava del todo mi delito y limpia mi pecado.
51,5: Porque yo reconozco mi culpa y tengo siempre presente mi pecado.
51,6: Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad ante tus ojos; así serás justo cuando juzgues e irreprochable cuando sentencies.
51,7: Mira, culpable nací, pecador me concibió mi madre.
51,8: Tú quieres la sinceridad interior y en lo íntimo me inculcas sensatez.
51,9: Rocíame con el hisopo y quedaré limpio, lávame y blanquearé más que la nieve.
51,10: Hazme sentir gozo y alegría, salten de gozo los huesos quebrantados.
51,11: Aparta de mi pecado tu vista y borra todas mi culpas.
51,12: Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme;
51,13: no me arrojes lejos de tu presencia ni me quites tu santo espíritu;
51,14: devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con tu espíritu generoso.
51,15: Enseñaré a los malvados tus caminos, y los pecadores volverán a ti.
51,16: Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios y Salvador mío, y mi lengua aclamará tu justicia.
51,17: Señor mío, ábreme los labios y mi boca proclamará tu alabanza.
51,18: Un sacrificio no te satisface, si te ofreciera un holocausto, no lo aceptarías.
51,19: El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado, un corazón arrepentido y humillado, oh Dios, no lo desprecias.

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.

Amén

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Como interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

«¿Piensan que vine a traer la paz en la tierra?»
(Versículos 51)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCIÓN: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Contrariamente a lo que podríamos pensar del texto bíblico, nuestro compromiso debe ser más interior.

En lo personal, buscar algunas actitudes que tengamos que queremos pedirle al Señor que nos la purifique, puede ser algo interno, o algo externo. Y aunque tengamos miedo, decírselo al Señor, Él nos conoce y hará que todo sea para nuestro bien

Con tu grupo, busca los errores que se comenten y propongan hacer entre todos algún acto de reparación de estos errores grupales y así mostrar a los demás de la comunidad que vamos haciendo un proceso de discipulado en el que queremos convertirnos en misioneros.

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