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Lectio Divina Dominical XXV del Tiempo Ordinario Ciclo B

«El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos»

Hno Ricardo Grzona, frp
Cristian Buiani, frp

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PRIMERA LECTURA: Sabiduría 2, 12.17-20
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 54(53),3-4.5.6.8
SEGUNDA LECTURA: Santiago 3,16-18.4,1-3

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICOMarcos 9, 30-37

30 Dejaron ese lugar y continuaron caminando a través de la Galilea. Jesús no quería que nadie supiera dónde se encontraba 31 porque estaba enseñando a los discípulos. Él les decía: “El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres, y ellos lo matarán; pero, después de muerto ,a los tres días resucitará”.

32 Mas ellos no entendían lo que Jesús decía y tenían miedo de preguntarle.

33 Vinieron a la ciudad de Cafarnaúm y cuando estaban en la casa, Jesús les preguntó a los discípulos: “¿De qué hablaban en el camino?”

34 Pero guardaron silencio porque en el camino habían discutido quien era el más importante.

35 Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: “Si alguien quiere ser el primero, debe ser el último y servir a todos”.

36 Entonces tomó un niño y lo puso en medio de ellos. Abrazándolo, les dijo: 37  “Quien reciba a uno de estos niños en mi nombre, me recibe a mí. Y el que me recibe, no solo a mí me recibe, sino al que me envió”.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

En este domingo continuamos la lectura del Evangelio de San Marcos. En el texto se nos presentan claramente dos relatos. En el primero Jesús hace alusión a la conclusión de su misión en la tierra. Y en el segundo, a partir de ciertos comportamientos de sus discípulos, Jesús da una enseñanza acerca de la verdadera grandeza.

Jesús en esta ocasión se encuentra solo con sus discípulos, y juntos caminan atravesando la región de Galilea. Jesús como buen maestro, iba enseñándoles por el camino. Les anuncia que deberá morir en manos de los hombres, y que tambien resucitara al tercer día.

El pasado domingo la lectura del Evangelio nos presentaba a Jesús pronunciando estas mismas palabras. Pero no por ser el segundo anuncio de la pasión significa que sus discípulos hayan comprendido mejor, o entendido correctamente. Al contrario, no solo no comprendían, sino que tampoco se animaban a preguntar de que se trataban estas palabras, ni que sentido tenían. Podemos suponer que no se trata de falta de interés por parte de estos al no preguntar, sino más bien el temor a demostrar ignorancia ante una pregunta absurda, o por el solo hecho de querer huir a todo lo que implica hablar de la cruz y del dolor. Durante toda la historia existieron temas de los cuales se dice: “mejor no hablar”.

Al llegar a Galilea, Jesús les pregunta a sus discípulos de que hablaban en el camino. Ellos responden callando, eligen el silencio como síntoma de culpabilidad. Cuando descubren que sus pensamientos o palabras no son agradables a Jesús, que conoce sus corazones, callan. Jesús conocía sus pensamientos, sus defectos, debilidades, de la misma forma en que conoce los nuestros.

Él no quiere que nadie se “pierda”, por eso cuando vio que entre sus discípulos estaba brotando una semilla de sabor amargo, en este caso la ambición, al notarlo la saca de raíz. Por eso reuniendo a los doce apóstoles, se sienta en medio de ellos y les responde a sus inquietudes sobre quien o como se es más grande. En la lógica de Dios, la grandeza de un hombre es contraria a nuestros esquemas. No se es más grande que otro ni por el dinero, ni por el éxito, ni por la experiencia. En esta lógica de Dios, se es más grande haciéndose pequeño, y se es primero haciéndose el ultimo y servidor de todos.

Jesús pone a los niños como ejemplo y modelos. Esto vendría a significar: ustedes que son adultos (grandes), deben ser como niños (pequeños). En esto reside la humildad, en abajarse, en hacerse chiquitito, y en estimarse poco.

Los niños tienen un alma pura, un corazón sincero, y pensamientos sencillos, en ellos no hay lugar para la envidia o la ambición. Es un signo fuerte, porque para aquella sociedad y en aquel tiempo los niños ocupaban un lugar secundario, y con este gesto de Jesús de poner a un niño en el centro y de abrazarlo con cariño, rompe con los esquemas establecidos. El mensaje viene a significar que Jesús ama y abraza a todos los hombres que sean en sus corazones como niños, que sean humildes y sencillos.

El relato culmina con un envío de Jesús a sus discípulos: “quien reciba a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe”. Quien recibe a los hombres y mujeres que en sus corazones son como niños, reciben a Dios mismo. Y también insiste que quien recibe a Jesús, recibe a quien lo envió, es decir, recibe al Padre. Jesús y el Padre, junto con el Espíritu Santo son un solo Dios verdadero.

Reconstruimos el texto:

  1. ¿Por qué región atravesaba Jesús y sus discípulos en este relato?
  2. ¿Qué les anuncia Jesús a sus discípulos sobre su futuro?
  3. ¿Cómo reaccionaron estos al escuchar tales palabras?
  4. ¿Cuál es la ciudad que visitan? ¿Al llegar, que les pregunta Jesús a sus discípulos?
  5. ¿Por qué estos no responden a la pregunta de Jesús? ¿Qué venían hablando por el camino?
  6. ¿Jesús conociendo estas conductas que hace? ¿Qué les dice a sus discípulos?
  7. ¿A quien pone en medio de los doce, poniéndolo de ejemplo?
  8. ¿Qué dice Jesús que ocurre cuando reciben a un “pequeño” en su Nombre?
  9. ¿A quién recibimos también cuando aceptamos a Jesús?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios  en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

  1. ¿Alguna vez sentí que el Señor me hablaba, y elegí callar o hacerme el “sordo” al igual que estos discípulos? ¿Por qué? ¿Acaso no estoy dispuesto a escuchar todo lo que viene de Dios? ¿Respondo al Dios que me habla, o dejo que sea solo un monólogo? ¿Entiendo que Dios espera siempre mi respuesta?
  2. ¿Digo ser discípulo de Jesús, pero en el camino me pierdo en ideas y proyectos que me alejan de Él? ¿Acaso yo también estoy preocupado en ser más “grande” a los ojos de los hombres? ¿En algún momento puse el éxito, dinero o poder para ser bien mirado por los demás? ¿He sido feliz con esas escalas de grandeza?
  3. ¿El Señor me pide ser el último y servidor de todos, estoy dispuesto? ¿Estoy mas cerca a la escala de grandeza de los hombres o la de Dios? ¿Por donde empezar? ¿Qué servicio puedo hacer en mi vida cotidiana y cómo comprometerme en ello? ¿En qué debo disminuir y hacerme el último?
  4. El Señor me pide recibir a quienes tienen alma de niño, ¿lo hago? ¿Qué es lo que no me permite por momentos reconocer y ver en mis hermanos sus atributos y buena vida cristiana? ¿Será la envidia u otro sentimiento de sabor amargo? ¿Comprendo que recibir a tales personas es darle la bienvenida al Señor a mi vida? ¿Y yo, soy como niño?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

Señor, enséñame a ser como niño, a disfrutar de la vida, a jugar y reírme con las cosas pequeñas. Enséñame a confiar y a entregarme del todo sin protegerme para no ser dañado. 

Enséñame a mirar con ojos inocentes, a creer en la vida, en los demás, a no hacer cálculos. A fiarme de ti. A ir de tu mano por el camino. A dejarme abrazar como los niños, a recibir amor y caricias porque los necesito. 

Enséñame siempre a perder el tiempo con cosas no fundamentales, no serias ni importantes. Enséñame a disfrutar el momento como los niños. Sin temer el futuro. Sin quedarme pensando en lo pasado.

Tú que dijiste: «dejan que los niños se acerquen a Mí», mira con ternura a todas las almas nobles y puras que se acercan como niños a tu muy Compasivo Corazón, fuente de santidad y misericordia… que todas juntas alaben siempre Tu Nombre y así sean inspiración para otros…

No te apartes nunca de mi lado… ni permitas que pueda apartar mi mirada ni un instante de Ti… te amo y quiero vivir siempre unido a Ti.

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.

Añadimos nuestras intenciones de oración y decimos:

Amén.

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo  del  Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:

«El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos»
(Versículo 35)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a hacerme el último y servidor de mis hermanos. Pienso en un compromiso de servicio, y hacer de ello una actitud constante. Pienso en ayudar “silenciosamente” y con generosidad a personas necesitadas materialmente o por enfermedad de mi comunidad. Voy a escribir esto para no olvidarlo y al fin de semana evaluar mi compromiso cumplido.

En el grupo, nos comprometemos a ser una comunidad marcada por la humildad y el servicio. Examinamos cuantas veces discutimos sobre quien entre nosotros es el más grande, o que actitudes hablan de nuestro interés por ser más importantes. Nos comprometemos a dar muestras de servicio bondadoso de unos a otros, de sencillez y humildad. Buscamos como siempre una actividad que podamos hacer que muestre nuestra humildad y luego compartiremos cómo nos hemos sentido haciendo vida el Evangelio.

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