Lectio Divina Dominical XXX del Tiempo Ordinario Ciclo C

«Quien se engrandece será humillado»

Hno. Ricardo Grzona, frp
Hno. Cristian Buiani, frp

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PRIMERA LECTURA: Eclesiástico 35, 12-14.16-18
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 34 (33), 2-3.17-18.19.23
SEGUNDA LECTURA: 2 Timoteo 4, 6-8.16-18

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICO: Lucas 18, 9-14

9 Jesús también contó esta parábola a aquellos que pensaban en sí mismos que eran justos y despreciaban a los demás:

10 “Dos hombres fueron al templo a rezar. Uno era fariseo y el otro era un recaudador de impuestos. 11 El fariseo se puso de pie y oraba así: ‘Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, y porque no soy como este cobrador de impuestos. 12 Ayuno dos veces por semana y doy una décima parte de todo lo que poseo’. 13 Pero el cobrador de impuestos se mantenía alejado y ni siquiera quería alzar los ojos al cielo sino que se golpeaba al pecho diciendo: ‘¡Oh Dios, ten piedad de mí, porque soy un pecador!’. 14 Les digo que este hombre regresó a casa justificado por Dios, mientras que el fariseo no. Porque quien se engrandece será humillado, y quien se humilla será engrandecido”.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

Las lecturas de este domingo son como la continuación de las del domingo pasado sobre la perseverancia en la oración. Pero hay una atmósfera misteriosa que rodea la aseveración que el Señor escucha el grito del pobre. Hay muchas calamidades en el mundo hoy, especialmente la guerra, el terrorismo, las dictaduras, desastres naturales y epidemias, y golpean en primer lugar y más duro a los pobres. Aun los terremotos no dan sus golpes de manera pareja: el mismo terremoto o aun uno menor destruirá y matará mucho más ahí donde las casas están mal construidas y donde los gobiernos dan una ayuda débil y mal organizada. Parece que a los pobres les toca cada vez la suerte peor. Entonces, ¿no es irónico, y quizá una burla, decir que “el Señor no tardará” en acudir al gemido del más débil?

Nuestra fe cristiana, al seguir a Jesús, debe fijarse en dos aspectos de este problema. Primero, que de hecho Dios está en primer lugar con los pobres: es a los pobres que se predica la Buena Nueva, Lc 7,22; 6,20, cf. 6,24. Los pobres a menudo muestran un desapego de los bienes materiales que los que aspiran a la santidad, aun en otras religiones como el hinduismo y el budismo, hacen muchos esfuerzos para lograr. Los pobres a menudo son inocentes, puesto que no son los grandes prepotentes responsables por la desastrosa condición en que está el mundo y tanta de sus instituciones. Es verdad que la creencia que simplemente no tener dinero te salva (la antigua herejía del “Ebionismo”) está equivocada, pero la razón que se da para los destinos tan diferentes de Lázaro y del rico anónimo no es tanto explícitamente ética (Lázaro era bueno y el rico malo), sino sencillamente las cosas se invierten al final: Abraham dice, “Hijo, recuerda que tú recibiste tus bienes durante tu vida, y de modo semejante Lázaro recibió sus males; pero ahora aquí él es consolado y tú estás en la angustia” (Lc 16,25). Esto es parte de nuestra fe.

Pero la fe sin obras está muerta (St 2,14-26). Este es el otro lado del misterio: el porqué nosotros no “reparamos el mundo” (como dicen los judíos, tikkún ‘olam) y al contrario nos aferramos a “nuestras cosas.” Al fin y al cabo, nuestra actitud es como la de los fariseos: sólo pensamos en nosotros mismos, lo que valemos (como dicen los anuncios de L’Oreal). Con humildad y obediencia a Dios, como el pecador en la parábola, estaremos bien con Dios (“justificados”), y podremos irnos a casa en paz. Pongámonos en el lugar del otro, y recordemos el motivo bíblico (tema central) de la inversión o cambio de lugar que habrá al final: los humildes serán exaltados, los últimos serán los primeros, el más grande será el que sirvió a los demás.

Preguntas para reconstruir el texto:

  1. ¿Cómo comienza el evangelio de hoy?
  2. ¿Cuáles son las actitudes de aquellos que se tenían por justos?
  3. ¿Qué recurso utiliza Jesús para comparar a estos hombres?
  4. ¿Quiénes eran los dos hombres de la parábola?
  5. ¿De qué forma oraba el fariseo? ¿Y el publicano?
  6. ¿Cuál de los dos dice Jesús que será justificado?
  7. ¿Qué dice Jesús sobre la humillación y el ensalzamiento?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

  1. ¿Qué siento algo oír esta parábola? ¿Tuve o tengo comportamientos similares a los del fariseo? ¿Vivo una Fe autentica o en ciertos momentos vivo una “fe de apariencias”?
  2. ¿Qué me dice a mí la actitud humilde del publicano? ¿Entiendo que estoy llamado a hacer “Desaparecer” en mí las actitudes del fariseo para aumentar las del publicano? ¿Me esfuerzo en esto?
  3. ¿Me cuesta confesarme como pecador? ¿Miro en mí solo lo bueno, pero escondo “bajo la alfombra” mis debilidades? ¿Y si pongo en acción este gesto humilde del publicano, que sin tapujos se muestra ante Dios tal y cómo es?
  4. ¿Antes de acostarme a dormir realizo un examen de conciencia sobre lo que hice o deje de hacer durante el día? ¿Repaso si mi relación con Dios fue realmente autentica?
  5. ¿Comprendo que la santidad es hacer las cosas cotidianas con gran amor y sencillez por sobre el “cumplir por cumplir”?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

Hoy Señor quiero acercarme a Ti y quiero hacerlo desde la profundidad y pequeñez de mi corazón.
Dejo hoy mis máscaras, y todo aquello que me hace presentarme ante Ti de forma diferente a lo que realmente soy.
Con mis heridas y caídas, con mis sueños y luchas, con mis proyectos y aspiraciones, con mis esfuerzos y debilidades, con mis conquistas y pecados.
¡Acá estoy Señor, esto soy!
Hago propia la oración del publicano:
Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador…
Aquí estoy Señor, para seguirte…
Aquí estoy Señor, para cambiar día a día…
Aquí estoy Señor Jesús, para ser luz como signo de transparencia…
Aquí estoy Señor, para ser instrumento tuyo donde quieras que sea.

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.

Amén

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

«Quien se engrandece será humillado»
(Versículos 14)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Queremos entrar por la puerta estrecha…. ¿Qué debemos cambiar en nuestra vida para entrar por esta puerta estrecha?

En lo personal, me comprometo ser un cristiano coherente siempre y en todo lugar. En estos días buscaré las formas de invitar a otros a orar juntos, viviendo el momento desde la pequeñez y la humildad.
Con tu grupo, nos comprometemos a ser una comunidad dispuesta a ser luz de Cristo para los demás. Por eso planeamos una campaña para que los miembros del barrio puedan aprender a orar, utilizando recursos novedosos y creativos; para que todos puedan acercarse a Dios y conocer cuánto nos ama.

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